Introducción: Libro de arena, Libro de los cambios
Colocar el antiguo chino I Ching, o Libro de los cambios, junto a la ficción posmoderna de Jorge Luis Borges es salvar un abismo de tres mil años. Uno es un oráculo, un texto misterioso de adivinación arraigado en la cosmología y el azar. El otro es la obra de un bibliotecario argentino del siglo XX que soñaba con bibliotecas infinitas y libros laberínticos. Sin embargo, dentro de ese abismo encontramos una conexión profunda y sorprendente. Borges, en su interminable búsqueda intelectual, vio en el I Ching no solo un artefacto místico, sino algo mucho más moderno: un modelo para una máquina de hacer historias.
Este artículo sostiene que el I Ching puede leerse como un prototipo funcional de los mismos conceptos que fascinaron a Borges y que luego definirían nuestra era digital: la narrativa no lineal y el hipertexto. Las ideas literarias más famosas de Borges —el libro que contiene todos los libros posibles, el jardín de senderos que se bifurcan, la historia que se ramifica hacia futuros infinitos— no son meras fantasías filosóficas. Encuentran un paralelo concreto y estructural en los 64 hexagramas y el sistema de líneas cambiantes que gobiernan el antiguo texto chino. Nuestro objetivo es explorar cómo las obsesiones literarias de Borges quedan perfectamente capturadas por la estructura y función del I Ching, revelándolo como un dispositivo literario de asombrosa visión.
El laberinto chino de Borges

La fascinación de Borges con Oriente no fue un interés pasajero; fue una parte profunda y estructural de su marco intelectual. Su conocimiento enciclopédico y pasión por sistemas, clasificaciones y catálogos lo llevaron naturalmente al pensamiento chino, que veía como un vasto universo ordenado de ideas. Este interés no es especulativo; está documentado a lo largo de su obra. Escribió ensayos sobre literatura china, referenció sus leyendas y, lo más importante, se comprometió directamente con sus fundamentos filosóficos.
Su compromiso más explícito e incisivo se encuentra en el prólogo de 1950 a la traducción de Richard Wilhelm del I Ching. Allí, Borges va más allá de la mera apreciación cultural y realiza un análisis estructural. No le interesaba el I Ching como herramienta para predecir el futuro, sino como un “libro” que funciona de un modo único. Quedó cautivado por su naturaleza sistemática —un universo construido sobre una base binaria que se expande hacia un conjunto finito pero exhaustivo de 64 situaciones simbólicas. Para Borges, un hombre obsesionado con la idea de un libro que pudiera contener el universo, el I Ching presentaba un modelo convincente y tangible. Como escribió:
El Libro de los cambios es una máquina de cierta clase, cuyo propósito es ofrecer una representación del mundo desde el punto de vista de los cambios del mundo. El mecanismo es un repertorio de 64 figuras abstractas, hechas de seis líneas continuas o partidas.
Este “mecanismo”, este “repertorio de figuras abstractas”, era precisamente el tipo de sistema que alimentaba sus propios experimentos literarios. Vio un libro que no estaba pensado para ser leído de principio a fin, sino para ser accedido, navegado y experimentado a través de una combinación de azar e interpretación —un laberinto hecho de texto.
Desglosando el oráculo
Para entender el I Ching como lo hizo Borges —como una máquina generadora de historias— debemos dejar de lado su propósito adivinatorio y examinar su mecánica funcional. En esencia, el I Ching es un sistema cerrado y combinatorio diseñado para modelar el cambio. Su genialidad radica en su estructura elegante, que construye complejidad universal a partir de la base más simple posible. Para un público literario, sus componentes pueden entenderse no como símbolos místicos, sino como los bloques de construcción de un motor narrativo dinámico.
Desglosemos esta máquina en sus partes esenciales:
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Los bloques básicos: El sistema comienza con un binario. La línea sólida (—), o Yang, y la línea partida (--), o Yin. Estos son los 0 y 1 fundacionales de esta antigua computadora. Representan la dualidad primordial de la que surgen todos los fenómenos: luz y oscuridad, activo y pasivo, cielo y tierra.
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Los trigramas: Estos dos tipos de líneas se combinan en grupos de tres, creando ocho figuras posibles conocidas como trigramas (p. ej., ☰ o ☷). Cada trigram representa un concepto fundamental o fuerza natural: Cielo, Tierra, Trueno, Agua, Montaña, Viento, Fuego y Lago. Son los arquetipos básicos o “personajes” de este drama cósmico.
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Los hexagramas: Los ocho trigramas se combinan entre sí para formar 64 figuras de seis líneas, o hexagramas. Este conjunto completo de 64 representa un catálogo exhaustivo de todas las situaciones humanas posibles, estados del ser o momentos de transición. Cada hexagrama, desde “Lo Creativo” (䷀) hasta “Antes de la Consumación” (䷿), es un instantáneo de una condición particular.
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Las líneas cambiantes: Este es el elemento crucial para la no linealidad y la característica que más cautivó la imaginación borgiana. Cuando se consulta el oráculo (históricamente con tallos de milenrama, ahora a menudo con monedas), algunas líneas pueden ser designadas como “cambiantes”. Una línea Yang cambiante se vuelve una línea Yin, y viceversa. Este acto transforma el hexagrama original en uno nuevo, creando un vínculo directo y significativo entre dos estados distintos. No es un salto aleatorio; es un vector de cambio, un salto narrativo de una situación a su posible resultado.
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Los textos de Juicio e Imagen: Adjunto a cada hexagrama, y a cada línea individual, hay un cuerpo de literatura antigua. El “Juicio” ofrece una descripción de la situación y un consejo, mientras que la “Imagen” proporciona una metáfora simbólica. Este es el “contenido” de la narrativa, el texto que da significado a la estructura abstracta.

La “aleatoriedad” del lanzamiento de moneda es simplemente la interfaz del usuario. Es el acto que permite al lector entrar en el sistema y generar un camino único a través de sus 64 estados interconectados. El usuario no crea el camino; descubre uno de los incontables senderos potenciales ya incrustados en el diseño de la máquina.
Estudio de caso: senderos que se bifurcan
En ninguna parte se realiza más perfectamente la visión borgiana de una narrativa tipo I Ching que en su cuento de 1941, “El jardín de senderos que se bifurcan”. El cuento es en sí una obra maestra de suspense, pero en su núcleo yace una meditación profunda sobre el tiempo, la elección y la naturaleza del libro. El narrador, Yu Tsun, descubre que su antepasado, Ts’ui Pên, no había creado un jardín físico ni una novela independiente, sino que la novela era el laberinto —un libro “en el que ocurren todos los resultados posibles de un evento; cada uno, a su vez, es el punto de partida para otras bifurcaciones.”
Cuando vemos esta historia a través del prisma de la estructura del I Ching, la novela imposible de Ts’ui Pên deja de ser una fantasía y se convierte en un paralelo literario directo del antiguo oráculo. Borges, al describir este libro ficticio, está efectivamente describiendo la mecánica funcional del Libro de los Cambios. La conexión es tan precisa que podemos mapear directamente los elementos de uno al otro. Este análisis comparativo revela que Borges no solo se inspiró en una vaga idea “oriental”; estaba reingeniería el motor narrativo del I Ching y desplegándolo como un dispositivo literario.
Coloquemos los conceptos lado a lado para observar el paralelo directo:
| Elemento del I Ching | Paralelo narrativo en "El jardín de senderos que se bifurcan" |
|---|---|
| El sistema completo (64 hexagramas) | La novela infinita de Ts'ui Pên, el "libro" completo que contiene todas las posibilidades y sus interconexiones. Es un universo cerrado pero comprensivo de la narrativa. |
| Un solo hexagrama | Un momento o situación específica en la narrativa. Por ejemplo, el estado de "Yu Tsun llega a la casa del Dr. Stephen Albert" podría ser un hexagrama, definiendo una situación estable. |
| Una "línea cambiante" | Un momento de elección o un evento crucial que provoca que la narrativa se "bifurque". La decisión de Yu Tsun de matar a Stephen Albert es la última línea cambiante, un acto que transforma su realidad. |
| El nuevo hexagrama resultante | La nueva línea temporal o realidad que surge de la elección. El mundo donde Yu Tsun es un asesino capturado pero ha transmitido con éxito su secreto es el "nuevo hexagrama" al que llega. |
| El texto del Juicio | La descripción o experiencia de esa nueva realidad. Los párrafos finales del cuento, que describen su captura y la "penitencia y vergüenza ilimitadas", sirven como el Juicio sobre su nuevo estado. |
En la novela de Ts'ui Pên, tal como la describe Stephen Albert, un personaje podría llegar a una encrucijada. En una línea temporal, elige un camino; en otra, elige el otro. Ambos eventos ocurren en el libro. Así es precisamente como funciona el I Ching. Un hexagrama dado representa tu situación actual. Una "línea cambiante" significa un punto de decisión o transformación. El hexagrama resultante muestra el estado futuro que emerge de ese cambio. Borges simplemente tomó este antiguo sistema y le dio una identidad ficticia, transformando un dispositivo oracular en la novela postmoderna definitiva.
Del oráculo a lo digital
Las implicaciones de esta lectura van mucho más allá del análisis literario. Al ver el I Ching a través de un lente borgiano, podemos identificarlo como un notable "proto-hipertexto", un ancestro directo de los sistemas de información no lineales que definen nuestro mundo digital moderno. Décadas antes de la invención de internet, Borges intuyó el potencial narrativo de un sistema que funcionaba justamente así.
El hipertexto, en su forma más básica, es un cuerpo de texto compuesto por bloques discretos de información o "nodos", conectados por "enlaces" electrónicos, que permiten al lector navegar el material de forma no secuencial. Apliquemos estos términos modernos al antiguo libro:
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Nodos: Los 64 hexagramas, con sus textos asociados de Juicio e Imagen, son los nodos del sistema. Cada uno es una unidad autónoma de significado, un bloque discreto de información que describe un estado o situación específicos.
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Enlaces: Las "líneas cambiantes" son los enlaces. Son el mecanismo funcional que permite al usuario saltar de un nodo (el hexagrama original) a otro (el hexagrama resultante) de manera no lineal ni predeterminada por el orden de las páginas.
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Agencia del usuario: El acto de echar las monedas o tallos de milenrama otorga agencia al "lector". Esta interacción determina qué enlaces se activan y, por lo tanto, qué camino toma el lector a través de la red textual. Es el equivalente antiguo de hacer clic en un hipervínculo para seguir un camino único de información basado en la propia decisión.
Esta estructura desafía directamente el concepto tradicional del libro como un objeto estático y lineal, una secuencia de páginas para leer de principio a fin. Esta fue una de las obsesiones centrales de Borges. Su "Libro de arena" tenía páginas infinitas y no tenía principio ni fin. El I Ching es un Libro de arena real, un texto finito que produce un número casi infinito de experiencias de lectura.
Podemos visualizar el viaje de un usuario así:
* Inicio: Consultas el oráculo y tu situación corresponde al Hexagrama 1 (Lo Creativo). Este es tu nodo de inicio.
* Acción: La tirada de monedas revela una "línea cambiante" en la sexta posición. Esta es tu entrada como usuario.
* Enlace: Esta línea cambiante actúa como un hipervínculo, programado para conectar el Hexagrama 1 con un destino específico cuando se activa de esta manera.
* Fin: La línea cambia y llegas al Hexagrama 43 (Decisión). Has realizado un salto no lineal, navegando de un nodo a otro mediante un enlace preconfigurado activado por la interacción del usuario.
Borges se erigió como un profeta literario entre dos eras. Miró hacia atrás a este antiguo sistema y reconoció su estructura revolucionaria, anticipando los fundamentos teóricos del hipertexto que pensadores como Vannevar Bush (Memex) y Ted Nelson (Project Xanadu) formalizarían posteriormente.
Conclusión: El lector como coautor
Nuestro recorrido nos ha llevado desde la biblioteca de Borges en Buenos Aires hasta los diagramas cósmicos de la antigua China, revelando una continuidad oculta del pensamiento. Comenzamos estableciendo el interés profundo y específico de Borges en el I Ching, no como un texto místico, sino como un sistema formal. Luego desglosamos ese sistema, exponiendo su mecánica como una máquina generadora de narrativa. Vimos esta máquina perfectamente representada en forma ficticia en "El jardín de senderos que se bifurcan", donde la laberíntica novela de Ts'ui Pên se convierte en un espejo del Libro de los Cambios. Finalmente, enmarcamos toda esta estructura como un proto-hipertexto, un precursor de las redes digitales de información que navegamos a diario.
La conclusión definitiva de esta conexión es una redefinición radical del texto y la lectura. En el modelo Borges–I Ching, una historia no es un camino fijo trazado por un autor. Es un paisaje de posibilidades, una red de nodos y enlaces potenciales. El lector, a través del acto de elegir—o, en el caso del oráculo, la intervención del azar—se convierte en coautor. Traza su propio recorrido único a través del laberinto narrativo, construyendo una historia personal desde un universo compartido de significado. Mirando hacia atrás miles de años, Borges logró prever el futuro del libro, anticipando un mundo donde el lector tendría el poder de elegir su propio camino a través del jardín infinito.
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